Incendio del cerro Tlacaxolo: del paraíso al infierno

Aquí el olor a muerte es muy fuerte; la impotencia, el dolor, la desesperación y la tristeza están presentes.

El cerro Tlacaxolo, ubicado en Terrenate, pasó de ser un paraíso natural a un infierno donde las llamas doblegaron el valor y el coraje de brigadistas.

Aquí a una altura de tres mil 80 metros sobre el nivel del mar, la fuerza de la naturaleza, a través de cambios, pudo más que las fuerza de los más de 200 brigadistas y voluntarios que nunca perdieron la fe en frenar el fuego.

Sí, es verdad, el cerro Tlacaxolo, -la sexta elevación más importante de Tlaxcala y el pulmón principal de la zona norte- es ya un cadáver. Un error humano terminó con su vida en apenas 60 horas.

Pese a lo complicado y riesgoso, el reportero de www.escenainformativa.com, documentó el suceso. Se trató de un recorrido de por lo menos 16 kilómetros desde el centro de Toluca de Guadalupe hasta la zona siniestrada, en su mayoría caminos de terracería, a lo largo de 74 minutos.

En la patrulla 003 del Ayuntamiento que preside el alcalde Felipe Fernández Romero y acompañado por los oficiales Filomeno y Felipe, quien esto escribe logró llegar a uno de los puntos centrales del incendio.

Era inevitable no sentir impotencia, dolor y desesperación: las llamas de hasta 20 metros de altura en cuestión de minutos consumían todo a su paso. Sí, todo.

Árboles adultos y de renuevo de las especies pino y sabino principalmente, pero también, a decir de los brigadistas, especies nativas como víboras de cascabel, coyotes, conejos, armadillos, en fin; el incendio devoró todo. Las cifras se podrán conocer una vez que las llamas cesen.

Campesinos y amas de casa acuden a salvar su bosque.

Aquí en la zona del incendio había más de 200 brigadistas de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), la Coordinación General de Ecología (CGE), autoridades estatales y municipales de protección civil y seguridad pública de Terrenate, Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas; de la 23 zona militar de la Secretaría de la Defensa Nacional no fue posible ubicarlos en ese momento.

Aquí también estaban campesinos, ejidatarios, comerciantes y vecinos de la comunidad vecina de Toluca de Guadalupe, que organizados se sumaron a las diferentes brigadas con un solo objetivo: salvar su bosque.

Aquí llegaron mujeres amas de casa, quienes armadas con palas, machetes y guantes apoyaron sin temor en la realización de brechas cortafuegos para evitar que siguiera avanzando el fuego, pero el esfuerzo fue en vano.

Las afectaciones preliminares.

De acuerdo con información de pobladores, esta elevación, es considerada como un pequeño volcán extinto que lleva por nombre Tlacaxolo y tiene como significado el que es mitad monstruo. «Tlaco» mitad y «xolo» monstruo.

Además de que tiene una alineación casi perfecta con el cerro Cuatlapanga y la montaña La Malintzi.

Autoridades locales estiman que el cerro tiene una extensión de entre 450 y 500 hectáreas. Cerca del 60 por ciento, al cierre de esta información (madrugada de este viernes), seguían siendo consumidas por las intensas llamas.

Con tecnología evalúan daños

El uso de tecnología ya forma parte de las estrategias de la CONAFOR, pues con un dron elevado sobre el cerro, lograron determinar la zona a atacar para frenar el fuego, pero también tener imágenes en tiempo real sobre los daños.

Cae la noche este jueves en la zona. Brigadistas deben de abandonar las labores. La fuerza del viento ha provocado que el incendio siga saliendo de control. Así, no es posible continuar por los riesgos que representa enfrentar las llamas en la oscuridad

El último intento con mínimas posibilidades

Desde los primeros rayos del sol de este viernes, brigadistas y voluntarios regresarán a continuar con las labores en espera de que sigan sumándose más personas, tras realizar diversos llamados de auxilio en redes sociales, mensajes de whatsapp y vía telefónica.

El daño ya está hecho. Una desgracia de la naturaleza.

Irresponsabilidad, antipatía, desinterés, abandono, compromiso o falta de solidaridad de autoridades federales, estatales y municipios de la región, fue notoria.

Quien escribe reconoció la labor de brigadistas, su valentía. Arriesgar su propia vida para salvar otras vidas de árboles y especies de animales solo puede tener un nombre: admiración.

El intento se hizo. La naturaleza fue más fuerte. Este paraíso natural se convirtió en un infierno, un pesadilla para pobladores que estará en su memoria y que por generaciones no olvidarán.